Virpi en el mármol, Virpi en las dunas

M DE MAFRA, M DE MUERCIÉLAGA

En su blog “Capítulo 0”, el portugués Manuel Gago escribe un post titulado “Los murciélagos cuidadores de la bilioteca de Mafra” y presiente “Si existieran fantasmas aquí, deberíamos buscarlos, porque están, están”1 (la traducción es mía). Luego de mirar y escuchar los impecables doce minutos de la película M de Mafra de Virpi Pahkinen entro en acuerdo con Gago. Virpi nos plantea un encuentro con ciertos fantasmas, en unos casos para deconstruirlos, en otros para reinvindicarlos.

Pahkinen escribe con M de Mafra, con M de murciélago kafkiano en el que su cuerpo se transforma en su poético intento de proteger y abrazar el conocimiento encerrado en los    cuarenta mil volúmenes proyectados por Manuel Caetano de Soussa en estilo rocaille, encuadernados en los talleres de la Casa de la Librería; por encargo de los canónigos reglantes de San Agustín, en el Portugal del siglo XVIII. ¿Murciélago?…¡y además lechuza! esa rara avis símbolo que representa a Pallas Atenea, diosa griega de la sabiduría, de las artes y oficios; guerrera implacable y poderosa, que la artista profana al mutilarle su condición de “nacida de la cabeza de Zeus”, lo que echaría por tierra la sentencia schopenhaueriana que emplaza a la mujer en la escala de la evolución intelectual “entre l’enfant et l’homme”.

La bailarina se abstrae además de l a fama de seres lúgubres, “chupasangres” y animales horribles que Hollywood construyó alrededor de los murciélagos en favor de la industria cinematográfica; revierte este imaginario y se materializa como una de las mil especies existentes en el globo: enorme, liviana, escarlata y vidente; devoradora de insectos exterminadores de libros. Cual poseída por el radar propio de este “chiróptera”2 Virpi, más que bailar, escribe la película con su cuerpo y con los planos, haciendo uso de una caligrafía que alcanza un nivel estético delirante, apoyado en los mudras samjukta 3 que producen sus manos y con los que subraya  el carácter ambiguo e híbrido de la pieza.

La criatura voladora, la diosa y la artista se mueven como un solo cuerpo, el de Pahkinen, contra otro cuerpo, la imagen; ambos escandidos por la extraña y sin embargo deliciosa fusión de la tabla hindú y el órgano. Y al baile se cuela un tercer cuerpo, el espacio: la bilbioteca del Palacio Nacional de Mafra construido por el orfebre alemán Johann Friedrich Ludwig, en el más puro estilo barroco portugués, por encargo del Rey Juan V, para que la Reina María de Austria concibiera a su hijo varón, consagrado a la advocación de Nuestra Señora y de San Antonio, construido en cuatro hectáreas de terreno, por cinuenta y dos mil obreros, en setenta y cuatro decadentes años.  En detrimento de esta rimbombante descripción y como haciéndose eco de ”Memorial del Convento” de José Saramago (1982), la artista nos deja ver, a través de los angulosos tiros de cámara, un blanquísimo, colosal y desacralizado contenedor de sabiduría, desprovisto de toda huella de adoración religiosa.

Ma de Mafra, esta perturbadora danza filmada, esta película, esta puesta en escena se queda en mi piel…hay que ir a Sal Mirabile.

 

SAL MIRABILE

 

Llego a Sal Mirabile, una coreografía de Virpi Pahkinen y percibo que comparte un mismo hilo conductor estético con M de Mafra, tras haber visto a Virpi “fuera de campo”, atisbo que ella, a partir de si misma, ha construido un personaje que transita por sus obras, como diría el editor “un personaje del futuro”, contemporáneo y estilizado hasta el paroxismo, condiciones que cobijan la propuesta de Sal Mirabile en todos sus cristales, coreografía que desafortunadamente no comparte el alto nivel de riesgo escénico y dramatúrgico que la película.

 

Sal Mirabile (sulfato sódico decahidratado) o sal de Glauber, sal de la vida, sal que conserva la carne, sal que presagia la catástrofe, sal que envenena o que cura; sal en grano que forma las dunas por las que los dos amantes de esta historia caminan con pasos firmes, perpetúan su pasión carnal. Con una frase la diosa se presenta ante su súbdito, lo convoca con sus mudras, le invita a degustar su sal mirabile; y el amante se suma, la sigue, la persigue; pero la sal y los mudras esparcen su carga trágica, lo divino se desvanece, la pareja se rompe.  Y la sal mirabile, la sal milagrosa los encuentra reptando y retozando sobre sus dunas.  Quedan los amantes y los rastros de su arrebato: un océano salino con islas de sudor.

 

1)                www.manuelgago.org/blog/index.php

2)                “chiróptera” se denomina a un determinado grupo de murciélagos, su significado es “mano alada”

3)                mudras o hastas samjukta, baile clásico de la India que se performa con las manos. Esta clasificación específica -samjukta- se realiza con ambas manos. En cualquier caso simbolizan objetos, animales o personas.