El sur de Quito resiste la visión oficial del arte

AL ZU-RICH ENCUENTRO DE ARTE URBANO

Por María Belén Moncayo

 

“Vos disque te vas a Viena, mejor vamos al Zu-rich”.  Esta frase popular se basa en la deconstrucción fonética de palabras implícitas: Viena: “vien” (bien) al norte, al zu-rich: al sur.  “Mejor vamos al zu-rich” es lo que propone el Colectivo de Arte Contemporáneo del Ecuador Tranvía Cero cuyos integrantes, la mayoría habitantes de este sector de Quito, está formando por jóvenes artistas visuales.  Más que mejorar las opciones de visibilización del arte urbano capitalino, Tranvía Cero persigue romper con la negación de lo mestizo que ha dividido geográfica y metafóricamente a la ciudad -en sur/norte, feo/bello, indio/blanco, ciudad obrera/ciudad jardín-, y “confrontar y resistir la visión oficial de la cultura”.(1) Y es que siendo el Sur de Quito el contenedor de quinientos barrios, en los que se cuentan aproximadamente ochocientos mil habitantes (2), el emplazamiento de proyectos artísticos vinculados con la geografía y las comunidades  “sureñas” se convirtió en una necesidad vital para este colectivo de artistas.

 

Identificado con el Movimiento Rockero “Al Sur del Cielo”, Tranvía Cero se ha propuesto re-colocar el sur de Quito en el mapa urbano: esa periferia, a la que la imagen-símbolo de la ciudad, La Virgen del Panecillo(3), está dándole la espalda mientras su mirada se posa en el norte de la misma. Desde el año 2003, este grupo viene convocando a los artistas de todo el país para  que concursen con sus obras en el Encuentro de Arte Urbano Al-Zurich.  Los proyectos escogidos -siempre diez- son en general, aquellos en los que predominan, por una parte, lo efímero como detonante formal y, por otra, propuestas en que lo conceptual podría movilizar narrativas que señalan el pulso socio-político del contexto.

 

La índole urbano-popular con que los organizadores matizan el Encuentro se refleja también en los recursos que han utilizado para convocar al público. El perifoneo en las calles del sur, cuyo tratamiento acústico tiene en cuenta códigos de la jerga y acústica popular, es una de sus estrategias de difusión. Otra consiste de un juego de postales con imágenes de cada uno de los proyectos, un mapa impreso al dorso  instruye al convocado sobre las alternativas de transporte y las rutas a tomar para llegar al punto señalado. El conjunto viene contenido en una pequeña bolsa plástica de color amarillo, similar a la que utilizan los vendedores ambulantes de comida, práctica de supervivencia-consumo arraigada con intensidad en los barrios populares de Quito.

 

La antigua piscina municipal olímpica de Chimbacalle(9), hoy por hoy un centro boxístico     donde el ring ha sido inmerso en la vacía y deteriorada alberca (donde el artista Omar Puebla, integrante de Tranvía Cero, se entrena diariamente en la categoría profesional) fue el escenario escogido por los organizadores para inaugurar la edición 2005 del Al-Zurich, una contraposición espacial que evidencia la inopia de los entes burocráticos a la hora de gestar proyectos comunitarios y que  bien pudiera contener, además, una tácita alusión a la calidad de la gestión cultural que promueven las instituciones estatales.

 

El flujo de intenciones del Encuentro deriva en obras efímeras resueltas en atmósferas que transparentan el latido del corazón sureño. La Limpia Mediática (edición 2004 del Al-Zurich) del colectivo Cosas Finas(7), incitó a los vecinos del barrio Oriente Quiteño -durante las festividades del Inty Raymi (fiesta del sol)- a sacar sus televisiones a la acera. Sobre cada una se colocó una piedra traída a la ciudad desde la “sagrada” cascada de Peguche, la misma que previamente había sido “curada” en un ritual shamánico propio de la cosmología andina. A la pantalla de los entonces desterritorializados aparatos llegó desde un canal de televisión la transmisión del ritual de purificación de las piedras (previamente grabado), que simultáneamente era visto, bajo el mismo esquema de televisores en la vereda, en la ciudad de Otavalo(8). El objetivo último de este ritual electrónico a distancia apunta a la sanación o curación de los medios, desde una postura que -según María Fernanda Cartagena, curadora de la segunda edición del Encuentro– “aplica contundentemente saberes de la cosmovisión andina para debatir la manipulación y rol de la imagen que experimentan nuestras sociedades. Esta propuesta, como reacción a la representación circense que la televisión suele construir, plantea reivindicar la imagen de estas comunidades y específicamente el lugar de la mujer como guía y pilar fundamental en el hogar. Para combatir el peso de la mirada blanco-mestiza, donde prima una visión colonialista, los artistas acuden a prácticas ancestrales y subalternas, aplicando ‘otros’ saberes para combatir las secuelas de la cultura occidental.”

 

La pertinencia cronológica de los temas propuestos, sumada a la contundencia de su factura instalativa, son factores determinantes que potencializan a Fantasmagoría del Rastro (2004) y a Lo Bueno, Lo Bello y Lo Verdadero (2005), como obras dignas de un análisis más detenido.

 

Fantasmagoría del Rastro

 (Encuentro de Arte Urbano Al-Zurich, edición 2004)

Intervención multimedia

Artista: Miguel Alvear (1964, Quito). Con la participación de Fabiano Kueva y Mayra Estévez.

 

“Los vestidos de las jóvenes no estropean el espectáculo de la inmensidad del mar”  Marcel Proust

 

Fantasmagaría del Rastro, podría decirse, fue una suerte de transposición de energía, de la naturaleza a la cultura, de la realidad a la ficción, del pasado al presente; una intervención multimedia cuyo propósito nos recuerda el de la video-instalación de Beryl Korot(10) realizada en 1975: Dachau 1974 , obra que bregaba con el espacio y la arquitectura de un campo de concentración nazi, actualmente convertido en un lugar de visita turística.

 

El domingo 13 de junio de 2004, a partir de las 23:00 horas, el antiguo centro de faenamiento de animales de Quito, más conocido como Camal, fue habitado durante algo más de una hora, por la intervención multimediática con la que el artista quiteño Miguel Alvear persigue, desde la poética de sus imágenes, recobrar el tiempo perdido.  Y es que en el ex-Camal actual Centro Comercial Chiriyacu -en adelante C.C.Ch.- literalmente no ha quedado rastro alguno del pasado.

 

El C.C.Ch es un eslabón más en la cadena municipal de Centros Comerciales del Ahorro que, -dentro de las dinámicas de “regeneración urbana”- apuntan a desplazar del Centro Histórico el comercio informal callejero hacia edificios cuyo exceso de higienización ha contribuido más bien, a la hibridación visual de estos espacios que al aumento del empleo formal.  En el caso específico del C.C.Ch, cuya actual afluencia de público consumidor no corresponde a las expectativas generadas por el gobierno del distrito, encontramos hoy mercadería proveniente de contrabandos chinos, -exhibida en maniquíes de aspecto caucásico,  fabricados en Ecuador-  vendida por indígenas y migrantes de provincia, quienes han pasado a ser los nuevos inquilinos del antiguo Camal. Estos elementos pintan una estética paroxista que deviene magia en Fantasmagoría del Rastro.

 

En 1991, utilizando película de 16mm,  Alvear registró en el Camal el proceso de faenamiento de los animales y el comercio relacionado con esta actividad. Estas imágenes fueron proyectadas doce años más tarde, en una escala monumental (desde afuera hacia adentro y viceversa), sobre el edificio donde hoy funciona el C.C.Ch. Alvear utilizó papel translúcido que a modo de pantallas fue colocado sobre las ventanas y puertas de la fachada. De igual manera, de la entrada principal pendían jirones plásticos a manera de umbral de frigorífico sobre los cuales revivían en imagen los corderos desangrándose. Sobre estos nuevos “lienzos”, con los que el artista vistió al edificio, se veían escenas de cerdos humeantes, cabezas de reses, corderos degollados, sangre animal en tinajas, matarifes, niños que “torean” borregos antes de que sus padres los lleven al matadero.

 

La abyección tácita del espacio es subvertida por el autor. Bajo su sensible mirada toda posible sensación repulsiva desaparece y nos aproxima más bien a un estado contemplativo apuntalado por una banda sonora -con fragmentos del Te Deum de Arvo Pärt, sonidos del proceso de faenamiento y compases de tecnocumbia(11)- que subrayaba lo  apocalíptico de las imágenes en su transposición temporal.  Tanto el fluido eléctrico público, como el de las bujías del centro comercial fue suspendido para el efecto. La única luz posible, la del arte, filtrada a través de nueve cañones de vídeo que proyectaban las imágenes antiguas en la  “regenerada” arquitectura. En el interior, dos monitores instalados en los corredores interiores,  más los del circuito cerrado de seguridad del edificio, transmitían imágenes de los locales de venta de ropa; grabadas en vídeo en días anteriores a que la obra se lleve a cabo. La edición deja ver que de un local a otro el artista ha desplazado alcancías de yeso en forma de amigables animalitos, idóneas para el ahorro monetario de las futuras “regeneraciones”, quienes por el momento laboran al son de un tema popular, (Bueno-Bonito-Barato) hasta que las autoridades municipales decidan que es tiempo de mandarlos con su música a otra parte.

 

El tiempo dictará la pauta. ¿Será todo el brillo de la impecable  baldosa del flamante Centro Comercial Chiriyacu herramienta útil para las “políticas arquitectónicas normalizantes”? Arriesgo el pronóstico de que el patrón va a repetirse: Faenadores y comerciantes ergonomizarán las instalaciones a su imagen y semejanza…recuperarán el tiempo perdido.

 

Lo Bueno, Lo Bello, Lo Verdadero

 (Encuentro de Arte Urbano Al-Zurich, edición 2005)

Recorrido instalativo de arte vivo

Quito, 2005

Artista: Falco (Cuenca, 1972)

 

“El Hombre que lo Tenía Todo, Todo, Todo metió el brazo bajo la cama y extrajo el menos esperado de los adminículos domésticos.  Un paraguas o, como él decía, un ‘para-qué’…”. Miguel Ángel Asturias

 

“Para cada persona, para todas las personas, hay algún objeto, pieza, elemento que nosotros podemos considerar que es lo más bello, bueno o verdadero que tenemos.  El valor de ese algo no tiene que estar determinado por circuitos o dictámenes artísticos, culturales, sociales, económicos, hegemónicos ni críticos.  El valor está dictado por cada uno de nosotros, por nuestro espíritu, corazón, mente, cuerpo, vísceras, genitales, sentimientos, emociones, recuerdos, pasiones, ilusiones, afectos.  Es decir, por la vida misma.

Y el valor de ese objeto, de ese algo que pudiéramos haber escogido como lo más bello, bueno o verdadero que poseamos trascenderá estimaciones comerciales, de mercado, de moda, de reliquia o de vanguardia.  Para nosotros pueden tener el mismo o más valor que una ‘obra de arte’, una ‘obra cultural’, una ‘obra patrimonial’.  Y no estén en ninguna galería, museo, banco o institución.  Pueden estar en nuestra casa, en nuestro cuarto, en nuestro closet o velador.” (12)

 

En la  búsqueda del barrio apropiado, Falco se interna en el sur de Quito y escoge trabajar en Las Colectivas: un barrio cuya disposición urbanística, su peculiar diseño que lo asemeja a las vivienda europeas de obreros de los años cuarenta del siglo pasado (largas y angostas, de dos plantas e idénticas)  y el reducido número de casas que compone la manzana -veinte en total-, perfilan el espacio ideal para llevar a cabo su propuesta. Desprovisto de intenciones taxonómicas y más bien armado con sus cinco sentidos, el artista toca a la puerta de los moradores y en cada vivienda descubre una nueva “Caja de Pandora” en la que se depositan los axiomas más genuinos de los vecinos. Tras la respuesta, unánimemente positiva, los (no)objetos serán exhibidos en dos modalidades, unos podrán ser vistos en la vereda de la calle que ocupa cada casa, otros precisarán que el público ingrese a la sala; esta última opción potencializó aún más las dimensiones de la obra, el interior traduce con fuerza el universo de donde proviene Lo Bueno, Lo Bello, Lo Verdadero que cada propietario decidió exhibir al público.

 

La agudeza artística de Falco consigue, entonces, dar un giro al convencionalismo del espacio contenedor de arte y encontrar del “otro lado” las particularidades que convierten a Las Colectivas -durante unas horas- en una galería viva, en la que en una tibia tarde de sábado los vecinos correrán el velo vulnerable de su intimidad para dejar ver su “bien” más preciado.  Para llegar hasta esta instancia de “destape colectivo” fueron necesarias conversaciones grupales en las que estas personas se relacionaron en una dimensión desconocida: hacer de su personal historia -con minúscula- un poema escrito con verdad.

El corpus de la muestra refiere tres aspectos sociológicos fundamentales: la carga de reconocimiento social que se impone al valor, el deseo como reafirmación de posesión del objeto y el cuerpo como palimpsesto de vinculación hermenéutica.  Las “piezas” de este “museo de sitio” van desde zapatos grandes y chicos, hasta imágenes religiosas, pasando por revistas de cómic y llegando, entre varios más, a una mascota viva.  Los dispositivos museogáficos fueron las paredes de las fachadas, una repisa, un par de mesas, un salvavidas y hasta el mismo asfalto.  Las cédulas,  hojas de papel que informaban sobre el nombre del propietario(a), la numeración oficial de su casa y la transcripción literal de su testimonio en relación al “objeto” exhibido.  El público, los dueños de las “piezas” y sus familias, curiosos de los cuatro puntos cardinales, las tías religiosas del artista, Tranvía Cero en pleno y algunos artistas del contexto; todos subidos en un vehículo de percepción artística alternativa, guiados personalmente por Falco y convidados con suaves licores.  Atmósfera propicia para consultar de unos a otros sobre sus preferencias; ofrezco aquí un detalle aleatorio de los resultados:

 

Pieza: “Poncho” poncho tejido en lana de color gris, colgado en un armador que pendía de un clavo en la pared frontal de la casa.

Propietaria: Sra. Mónica Vera

Dirección: Calle Pululahua E1-06

 

Testimonio: Este es el poncho de mi abuela materna, María Elena Chiriboga, muerta hace 12 años.  Ella fue la persona que más amé en mi vida.  Yo viví con mi abuelita desde que nací hasta que me casé.  A los 90 años mi abuela se puso mala y yo estuve con ella cuidándola.  Cuando falleció repartí las cosas de mi abuela a sus dos hijas, pero el poncho fue la única prenda que no les entregué a ellas.  Este era el poncho favorito de mi abuela porque mi mamá se lo regaló con el primer sueldo que tuvo. Pienso mantener el poncho con mi familia pues considero esta prenda lo más verdadero por el enorme valor sentimental que tiene para mi y mi familia”

 

Pieza: “Cordón umbilical” sostenido por las diminutas manos de un angelito, cuerpo de resina y alas de tul, asentado sobre una mesa, en la vereda del inmueble.

Propietaria: Sra. Natalia Naranjo

Dirección: Calle Casitagua E1-07

 

Testimonio: “Este es el cordón umbilical de mi hijo Leonardo Amacoria, que se le cayó de recién nacido.  Por medio de este cordón el se alimentaba cuando estaba en mi vientre.  Es mi hijo único.  Actualmente tiene tres años.  Este pupito(13) tiene un valor verdadero porque por medio de él permanecí unida a Leo durante los nueve meses que estuvo en mi vientre, además, es algo que estuvo también dentro de mi.  Cuando estuve embarazada del niño tuve muchos problemas en mi hogar: yo conversaba mucho con él en mi vientre y sentía que mi bebé entendía lo que le decía.  Pienso que sentía cuando yo lloraba o estaba triste, pues se movía mucho cuando esto pasaba.  Ahora que Leo es más grande igualmente hay mucha comunicación entre nosotros.”

 

Pieza: “Caballito de cerámica”, aproximadamente 30cms. de alto, pintado en rojo y negro, exhibido en la acera de la casa, sobre una repisa.

Propietarios: Familia Moreno Gómez

Dirección: Calle Pululahua E1-18

 

Testimonio: “Hace dos años y medio sufrí un accidente en el cual se me destruyó el calcáneo del pie.  Tenía todos los clavos afuera y no me podía incorporar. Pienso que casi quedo postrado, pues los doctores no me aseguraron que podía volver a caminar.  Agradezco a Dios el que hoy pueda volver a caminar nuevamente. Pasé tres mese en cama y durante ese tiempo de convalecencia me puse a pintar este caballito de cerámica.  Nunca antes había pintado nada, pero me motivé viendo como mi mujer Yolanda Gómez pintaba estas figuras.  Hay gente que me ha querido comprar la figura, pero no me interesa venderla.  Mi mujer y yo apreciamos sentimentalmente a este caballito como símbolo de la superación de una difícil situación en mi vida.”

 

Piezas y testimonios, paradigmas cuya condición matérica y reflexiva, ratifica la coherencia de la idea matriz del artista. A través de sus ojos hemos mirado el fieltro de Beuys, la “Himenoplastia”de Regina Galindo, los “autorretratos” de Frida Kahlo…un gran hallazgo gestado en un diminuto universo periférico.

 

Notas

(1) De Ciudad Jardín, Ciudad Mestiza. Texto del Colectivo Tranvía Cero. Catálogo del II Encuentro de Arte    Urbano Al Zu-rich. Quito. 2004.

(2) Quito, capital del Ecuador cuenta con 1.4 millones de habitantes.

(3) La Virgen del Panecillo fue realizada en 1976, con piezas de aluminio, por el escultor español Agustín de la Herrán Matorras; como réplica de una pieza de 30 cms. de altura, esculpida en el siglo XVIII, por el también escultor quiteño Bernardo de Legarda.

(4) Pablo Barriga, quiteño, artista plástico, profesor de diferentes escuelas de arte de la ciudad.

(5) Ma. Fernanda Cartagena, quiteña, curadora y crítica de arte quiteña

(6) Samuel Tituaña, artista visual, Director del Encuentro de Arte Urbano Al Zu-rich.

(7) El Colectivo Cosas Finas está formado por los artistas otavaleños: Efrén Rojas, Inty Muenala y Oscar Naranjo.

(8) Otavalo, ciudad de la provincia de Imbabura, localizada al norte de la sierra andina del Ecuador.

(9) Chinbacalle, uno de los primeros barrios obreros del sur de Quito, al que el 25 de junio de 1908 arribó el ferrocarril y la constituyó como estación del actualmente desaparecido medio de transporte.

(10)          Beryl Korot, miembro fundador del colectivo “Raindance” y co-editora de la revista Radical Software.

(11)          Tecnocumbia: Movimiento cultural urbano, generado a partir de un estilo musical nacido en el Perú en los años noventa del siglo pasado; género que fusiona la música tradicional andina con instrumentación electrónica; similar al movimiento tex-mex (frontera entre EEUU y México).

(12)          Del catálogo de la obra Lo Bueno, Lo Bello, Lo Verdadero, texto del artista. Quito, 2005

(13)          Pupo:”coloquial Arg, Bol, Chile Cicatriz que se forma en medio del vientre después de romperse y secarse el cordón umbilical. Http:77www.diccionarios.com/consultas.php. 2005