¡EL GRINGO HA MATADO A MI PAPÁ, VENGAN!

Madeinusa, cinta peruana de Claudia Llosa, recoge el mundo andino tradicional y lo convierte en un objeto posmoderno de gran alcance.

Por María Belén Moncayo

Claudia Llosa (Lima, 1976) directora de la película Madeinusa sale de Barcelona, mete en su mochila a los dioses mitológicos griegos, viaja a su Perú natal y sube a 3 350m para llegar a Canrey Chico, un pueblo de la cordillera blanca de Huaraz al que bautizará como Manayaycuna y al que fragmentará siendo fiel a sus propias quimeras. Veneno, ratas muertas y piojos, tres fetiches que prodigan suerte a sus habientes, constituyen la paleta que pinta esta cinta colorista; sus fotogramas bien podrían ser parte de (un)fashion de Tibor & Imaira Kalman –editores de la revista Benetton– una compilación de alucinantes fotografías etnográficas universales propuestas como moda en estado puro, puro espíritu madeinuser.

Las primeras secuencias dibujan el mapa de la mirada, no hay posibilidad de pérdida: los dioses griegos y andinos, los amuletos, los brebajes, los colores nos invitan al banquete sincrético de celebración de la muerte, de todas las muertes. El dibujo lo hace la dirección artística con la consigna de que la belleza nos duela como las potencias de plata clavadas al manto de la virgen; y nos duele, con dolor, olor y sabor de cooltura chica cuyo poder permite que una foto Polaroid sea convertida en escapulario. Este, uno de los tantos gestos mágico-realistas contemporáneos que hacen del filme un talismán en sí mismo.

Madeinusa, la virgen sin madre, nos descubre el baúl contenedor de sus más anhelados sueños recortados en papel. En efecto, la Caja de Pandora. A partir de su apertura la tragedia griega se instaura en el guión con furia y sin miedo. Don Cayo, padre de las niñas Made y Chale, alcalde y dueño del pueblo, asumirá por tres días y dos noches el rol de Zeus a falta de Jesús quien en tiempo santo está muerto; por lo tanto no ve. Todo está permitido, nada es ya pecado. El padre, enamorado de Madeinusa la elige virgen y la hace su mujer. Chale, también candidata a mater purísima y devota de un padre que la desdeña, se deja abrazar por los celos, toma un cuchillo y de un tajo bíblico y certero corta la larga cabellera de su hermana. Se adviene el parricidio, la virgencita envenena al padre, lo castiga por pulverizar sus sueños y cortar sus alas. El gringo Salvador –limeño en realidad– lejos de salvar el día, es acusado por el corifeo fraterno: “El gringo ha matado a mi papá, vengan!”.

La directora ha sido bendecida por el Tempo Ritmo de su existencia, Madeinusa es una obra fresca, liviana en el sentido de la magia que lleva implícita casi toda ópera prima.  Llosa se antoja de hibridar los géneros dramatúrgicos clásicos. El resultado es una pieza chicha-griega-católica-tecno. Fusión esta no del todo vista con “buenos ojos” por la crítica más antropológico-papista. Quién mejor que la protagonista Magali Solier para transgredir dichas angustias: “Gustavo Buntinx: ¿Cómo te sentiste al leer el argumento?

 

Magali Soler: Cuando leí el guión por primera vez, me di cuenta que allí se me ofrecía la oportunidad que nunca imaginé tener, la de demostrar todo lo que veía en la vida real. Me dije: ahora tengo la posibilidad de denunciar todas las cosas que continuamente pasan en la sierra. Eso fue lo que sentí. Tantos abusos. Incluso en la Iglesia”.(1)

 

Si bien la propuesta de Llosa alcanza niveles líricos embriagadores, la influencia  conceptual que sostiene a la película lo separa la construcción chicha-peruana: es pura posmodernidad enclavada en Los Andes.

 

(1) Fragmento de la entrevista de Gustavo Buntinx a Magali Solier para www.zonadenoticias.blogspot.com